Iniciar la
convivencia con otra persona es una de las decisiones más importantes que
podemos tomar. Obliga a un cambio total en el ritmo de vida: se cambia de
hogar, de compañía y de estatus social, pero uno sigue siendo el que era.
Es triste que
las técnicas educativas, que lentamente van mejorando sus objetivos y sus
métodos, sigan ignorando la necesidad de «enseñar» a vivir en pareja, siendo,
como es, la alternativa que la mayoría de la gente adoptará en algún momento a
lo largo de su vida. Una pareja de novios tendrá que afrontar los siguientes
cambios con la convivencia:
- Un
aumento progresivo de responsabilidades
- Una
disminución del nivel de novedad
- Menor
disponibilidad de tiempo para el ocio
- Cambio
de expectativas respecto a lo que es realmente la vida en pareja
Estos cambios
van a llevarse con éxito si las habilidades de convivencia que posee la pareja
son completas: saber hablar de las dificultades, saber afrontarlas en vez de
rehuirlas, apoyarse en vez de recriminarse, saber hacer pactos satisfactorios
para ambos... Si es así, se mantendrá un intercambio de comportamientos
altamente gratificante. De lo contrario, irán apareciendo las quejas, las
discusiones, el malestar, recriminaciones, ira, decepción... La pareja se
convertirá en la lucha de dos rivales, y el intercambio de comportamientos
será cada vez más dañino, deteriorándose poco a poco todos los sentimientos nobles
que habían albergado.
Estos consejos
van dirigidos a las parejas que van a iniciar la convivencia, parejas que están
llenas de buenos propósitos, ilusionados, y que no llevan a la espalda el
conocimiento ni los hábitos que sólo se aprenden con el tiempo. Por lo tanto,
tienen en sus manos la responsabilidad de su futuro.
DEMOSTRAR LA
ADMIRACIÓN MUTUA
Nos sentimos
atraídos por una persona, nos acercamos y fomentamos el trato guiados por la
necesidad de conocimiento y curiosidad. Si la compenetración es buena y el
intercambio que se establece es satisfactorio para ambos, la expectativa de una
vida en común que mantenga esa satisfacción y permita alcanzar otras metas
vitales (crear un hogar, tener hijos y fundar una familia), puede llevar a la
convivencia. En este proceso inicial de enamoramiento es muy importante la
admiración.
Por otra parte,
nadie nos obliga a la convivencia, sino que cada uno de nosotros decide
libremente. Tal decisión implicará disfrutar de los aspectos buenos y afrontar
los malos. Y tenemos un cómplice para ello. Darle la espalda, dudar de él y
criticarle todos sus fallos será sólo lanzar piedras contra nuestro tejado.
Manifestar al otro que estamos orgullosos de habernos casado con él, de la
marcha de la relación, sin duda estimula. Sentir admiración está íntimamente
unido a la voluntad de querer admirar y para ello siempre podemos hallar
motivos.
SER CÓMPLICES
La relación de
pareja es la relación libremente escogida más especial y con más potencial
enriquecedor. Su secreto específico, lo que la hace inigualable, es el
compromiso implícito de las dos personas que la forman para ser cómplices, y
ello quiere decir formar un frente común ante cualquier circunstancia externa.
Contar con el apoyo indiscutible de una persona, saber que va a creer en
nosotros antes que en cualquier otro, que nos va a proteger y defender. Es un
sentimiento suficientemente elevado y deseable como para justificar esta
búsqueda de la “media naranja” que todo adulto ansía.
Es la
complicidad la que mantendrá el respeto de vuestros hijos, lo que hará que los
demás os envidien, lo que mantendrá el orgullo y la satisfacción de estar
junto a la persona que habéis elegido.
EL BALANCE DEBE
SER POSITIVO
Tal vez pueda
parecer que hablamos de la relación conyugal como de algo sujeto a un esfuerzo
y cuidado constante, cuando lo deseable sería poder estar absolutamente relajado
y dejar que la inercia nos llevara. Lógicamente, una relación debe proporcionar
tranquilidad, pero para ello no podemos abandonar su cuidado. Las
satisfacciones más altas provienen de aquello en lo que nos hemos esforzado y
comprometido.
AYUDARSE A SER
INDEPENDIENTES Y RESPONSABLES
Mantener el
mayor grado de independencia personal, si es posible a todos los niveles
(económico, laboral, doméstico, etc.), es algo que recomendamos a la mayoría de
parejas jóvenes, ya que en la sociedad actual priva un modelo igualitario de
relación conyugal. No depender para divertirse, ni para relacionarse, ni para
tener la ropa a punto. Esta libertad para estar con el otro simplemente porque
se desea, sin que nada os obligue, es una buena forma de empezar.
Sin embargo,
vivir con independencia no debe confundirse con el vivir en paralelo. Compartir
es la base de la convivencia. Las generaciones actuales han recibido una educación
que favorece la autosuficiencia, pero el vivir en pareja requerirá saber hacer
pactos, saber repartir tareas, saber hacer entender al otro nuestros deseos,
saber afrontar problemas, saber habilidades para convivir que nos permitan
compartir y enriquecernos ejerciendo unos roles igualitarios...
Los objetivos de
la pareja (casa, hijos, ocio, etc.) son objetivos comunes por los que luchar.
Puede haber parejas que se encarguen de un área cada uno, o bien en ambos
colaborar por igual en todas. En ambos casos, todo irá bien mientras se
mantenga un equilibrio.
Pero ¿qué
ocurrirá si surgen dificultades para uno de los dos (una enfermedad, un despido
laboral, etc.), o a causa de los hijos uno pierde parte de su independencia,
pasando a depender total o parcialmente del otro?
Si no se han
desarrollado habilidades de comunicación, habilidades para expresar
sentimientos, para plantear problemas y necesidades, para negociar… la rotura
de la independencia conllevará el desequilibrio.
SER SINCEROS…
PERO NO EXCESIVAMENTE
La confianza en
el otro se deposita cuando creemos en la sinceridad de sus actos y sus
palabras. Desconfiamos cuando creemos que nos engaña o nos oculta cosas. Por
ello es importante ser honestos y expresivos con nuestra pareja. La confianza
total en el otro, la seguridad que da la complicidad y el apoyo mutuo e
indiscutible son la razón de ser de una relación de pareja.
Pero debemos
entender bien el concepto de sinceridad. Hay detalles que es mejor no mencionar
si no van a aportar nada constructivo a la relación ni al otro y, en cambio,
van a producir malestar.
Sabemos de
algunas parejas en épocas críticas, que se escudaban en el falso concepto de la
sinceridad para decirse lo más desagradable que se les podía ocurrir, cosas tan
duras como : «En realidad, nunca me has gustado sexualmente», o «Dejé a mis
amigos por ti», que son comentarios que si bien responden a un sentimiento real
en esos momentos de crisis, su manifestación será «excesivamente sincera»,
exceso que no se expresa cuando una pareja se cuida y se mima.
HUIR DE LA
RUTINA
Como de la
peste. Incluso es bueno llegar a añorar una cierta dosis de la misma. Eso os
indicará que no os halláis sumidos en ella.
La relación de
pareja tiene como uno de sus objetivos principales facilitar el enriquecimiento
mutuo de los cónyuges. Por ello hay que estar activo, inquieto, buscar fuentes
nuevas de conocimiento y satisfacción para mantener un alto grado de
intercambio. La rutina empobrece y aburre y, a veces, lleva a busca la
distracción “buscándole tres pies al gato”.
MANTENER LAS
RELACIONES SOCIALES
No os encerréis
en casa con la idea errónea de que no necesitáis más. Invitad a vuestros
amigos, haced que se sientan cómodos en vuestra casa, hacedles saber que
vuestra amistad no variará por el hecho de estar casados.
La relación
social siempre ayuda a mantener la riqueza, la variedad, la imparcialidad.
Serán ejemplos a emular o a evitar y os habituará a estar juntos con otras
personas, facilitando que os sintáis cómodos y unidos en todo tipo de
situaciones.
CUIDAR LOS
DETALLES
Una relación no
vive de los grandes acontecimientos sino de las pequeñas situaciones diarias.
Notas, ayudas no esperadas, llamadas, comidas agradables… detalles.
Está comprobado
que los detalles son un magnífico índice de relación satisfactoria. Mantener la
capacidad de sorprender es una cualidad admirable que nos hace ser más
deseables, y ser detallista no responde a una personalidad o forma de ser, sino
a tener o no una habilidad más para la convivencia.
FACILITAR
SITUACIONES PARA REÍR JUNTOS
Nuestra
capacidad de experimentar placer es profunda y a todo el mundo le gusta
divertirse. Divertirse es una necesidad. Reírse juntos une. Toda pareja
satisfecha disfruta rememorando situaciones en que se divirtieron juntos. Estar
atentos a este aspecto en la relación incluye el intentar recordar un chiste de
vez en cuando, comprar entradas para una obra cómica o hacer el payaso en
pijama.
PEDIR
DEMOSTRACIONES DE AFECTO
Hay personas más
afectuosas que otras, pero difícilmente encontraremos a alguien que no necesite
las demostraciones de afecto de los demás para sentirse bien. Y no sirve que el
otro nos diga simplemente: «No soy cariñoso/a».
Estamos hablando
de una necesidad que debe ser satisfecha puesto que afecta a la parte más
íntima de cada persona: la capacidad de despertar el cariño de los demás, que
si no se confirma va a afectar a nuestra propia autoestima. Por tanto, no hay
que renunciar a esa necesidad.
Hay una tendencia
general hacia la opinión de que se es o no se es cariñoso, sin pensar que ello
es una cuestión de aprendizaje previo y de hábitos adquiridos y, por tanto,
depende más del deseo que tengamos de cambiar hábitos. Además, es importante
satisfacer las necesidades de nuestro cónyuge y reforzar su tendencia a
expresar sus necesidades. Si se desea un comportamiento más cariñoso de su
pareja y cree simplemente que, si le quiere, debería darse cuanta, está
cometiendo un pequeño error. Debe hacérselo saber, pedírselo, darle ideas… si
no, no tendrá derecho a sentirse defraudado/a.
DECIR “TE
QUIERO” ADEMÁS DE DEMOSTRARLO
¿Qué extraño
orgullo o sentimiento nos impide expresar más a menudo ese «Te quiero»? Unos
dicen que es innecesario porque ya lo demuestran o ya lo dijeron una vez, como
si por el hecho de repetirlo le quitaran valor, sinceridad o se desgastara.
La rigidez y la
excesiva exigencia acompañan frecuentemente los argumentos que esgrimen las
personas con dificultades para expresar sus sentimientos y emociones, mucho más
frecuentemente que la timidez.
Un «Te quiero»
tiene el poder de hacernos sentir confiados, alegres, unidos, y es agradable
oírlo en tono íntimo, alegre, entusiasta..., en cualquier tono. No es menos
bonito por oírlo más a menudo, ni tiene por qué decirse tan sólo en las
situaciones serias y trascendentes.
PEDIR PERDÓN E
INTENTAR COMPENSAR
«Rectificar es
de sabios», y pedir perdón es rectificar en el terreno de las relaciones
humanas. Entre otras razones, es expresar nuestra capacidad de humildad. A
veces, pedir perdón no es tanto por el contenido de lo que hemos dicho como por
la forma en que lo hemos dicho.
Cuando alguien
nos pide perdón sentimos que somos importantes para esa persona, sentimos que
merecemos su preocupación. Es duro vivir con una persona que, si bien admite
fríamente sus errores, no se disculpa por el malestar que esos fallos puedan
habernos ocasionado, lo que nos deja con el amargo sabor de la indiferencia.
Una disculpa
requiere una compensación, requiere esfuerzo y dedicación para intentar reparar
el posible daño causado; y compensar significa hacer algo positivo por el otro
además de pedir perdón.
¿QUE NO HAY
TIEMPO?
Poseer tiempo es
algo muy importante. Debe existir un mínimo tiempo para conversar, hacer el amor,
leer, formular planes...
Pero también es
cierto que hoy en día aquellos que deseen formar un hogar e iniciar una vida en
común se encuentran con unos tiempos muy ajetreados, muy lejanos de aquella
vida de antaño sosegada y tranquila, si bien, por otra parte, tenemos en casa
muchos avances tecnológicos cuya pretensión es hacernos la vida más cómoda y
ganar tiempo. El problema es el exceso de ambición respecto a lo que hay que
poseer. Sobrecargar innecesariamente las necesidades incrementa el presupuesto
básico, obligando a mantener un ritmo de trabajo que impide el sosiego y las
posibilidades de relajarse, olvidando aquello tan evidente: «¿Trabajar para
vivir, o vivir para trabajar?».
Vivir en pareja
requiere afrontar muchas situaciones cambiantes a través del tiempo. Y ser
realista es estar dispuesto a adaptarse a todas, y no sólo rezar para que no
ocurran algunas. Y adaptarse quiere decir tener recursos y estrategias para
aplicar en cada momento. Sin embargo, lo cierto es que los matices son muchos,
y la intensidad y rapidez varían, aunque en el fondo todo gira alrededor de las
habilidades de comunicación y de solución de problemas, que debemos manejar con
inventiva, perseverancia y deseos de vivir de la forma más agradable posible.
María Helena Feliú y María Antonia Güel (FSH)