miércoles, 23 de diciembre de 2015

Cómo negociar con nuestros hijos, libertad y límites

FUNCIONES DE LOS PADRES


Desde la psicología cuando se habla de las funciones de los padres dentro del sistema familiar, se reconocen dos funciones básicas: la Nutrición Emocional, y las Funciones Socializantes, vamos a ver en qué consiste cada una de ellas:
·     Nutrición emocional: es la función mediante la cual los padres dan afecto y seguridad emocional a los hijos, y les devuelven una imagen positiva de sí mismos.
·     Funciones sociabilizantes: mediante las cuales los padres controlan el contacto de sus hijos con la sociedad en un doble sentido:
o   Funciones protectoras: los padres ayudan a los hijos a defenderse de las agresiones del entorno.
o   Funciones normativas: orientar a los hijos sobre cómo tratar a los demás; adaptarse y aceptar normas familiares y sociales
 Cuando en una familia lo padres no aportan suficiente nutrición pero sí mucha exigencia (en funciones normativas) genera en los hijos estados depresivos y los predispone a la depresión cuando sean adultos. Todo son normas y casi nunca aciertan al cumplirlas, sentirse queridos depende de si cumplen las normas
Si no se da ni nutrición ni sociabilización, se generan familias multiproblemáticas, fracaso escolar, drogadicción, alcoholismo, delincuencia...

Carta de un hijo a todos los padres del mundo



  • No me des todo lo que te pido. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.
  • No me grites. Te respeto menos cuando lo haces, y me enseñas a gritar a mí también; y yo no quiero hacerlo.
  • No me des siempre órdenes. Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
  • Cumple con las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo, pero también si es castigo.
  • No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor que los demás, seré yo quien sufra.
  • No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decide y mantén esa decisión.
  • Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, yo nunca podré aprender.
  • No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que dices
  • Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.
  • Cuando estés equivocado en algo, admítelo, y crecerá la opinión que yo tengo de ti y me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.
  • Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que porque seamos familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también.
  • No me digas que haga una cosa si tú no lo haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas si no lo haces.
  • Enséñame a amar y conocer a Dios. No importa que en el colegio me lo quieran enseñar, porque de nada vale si yo no veo que tú conoces y amas a Dios.
  • Cuando te cuente un problema mío no me digas: No tengo tiempo para boberías o eso no tiene importancia. Trata de comprénderme y ayudarme.
  • Y quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario.



Escuela de Padres CNICE. Ministerio de Educación, 
 Ciencia y Deporte 2009.



Madurez personal - Madurez sexual



La madurez es un concepto que las definiciones académicas nos presentan como el buen juicio, la prudencia, y el estado del desarrollo completo de un fenómeno. En este caso el fenómeno que queremos abordar es la sexualidad y el amor, y por lo tanto de la madurez personal.
Se dice que una decisión es madura, cuando se ha sopesado con buen juicio, con prudencia, y con una aceptación total de las consecuencias de esa acción. Es difícil encontrar alguien hoy en día que no opine que la sexualidad debe ser producto de una decisión madura. Al ser expresión del amor personal, la vivencia de la sexualidad debería ser una decisión madurada no sólo en el ámbito individual sino a nivel de pareja.
Pero el problema reside en que no todo el mundo tiene el mismo concepto de madurez. Y es obvio que no todo el mundo vive la sexualidad responsable y maduramente.
En los colegios a los que asistimos, la pregunta que se repite con más asiduidad es la de  ¿Cuándo estoy preparado para mantener relaciones sexuales?, ¿Cuándo estaré maduro? O lo que a veces es más preocupante ¿Cuál es la edad media, de la primera relación sexual?, ¿a que edad uno es maduro para el sexo?, preguntas en las que se confunde mayoría de edad con madurez.


La intimidad



La pareja requiere intimidad. La intimidad es la forma que tiene la pareja de demostrar al mundo y a ella misma que existe un lazo muy especial que les mantiene unidos. Cuantas menos barreras, mayor intimidad. Y no me refiero únicamente a la intimidad sexual, sino también a la psicológica. Ábrete a tu pareja. No le ocultes ni tus esperanzas, ni tus sueños, ni tus deseos. Corréis el peligro de acabar convertidos en verdaderos extraños.

La intimidad total no tiene nada que ver con el sexo y normalmente se ejerce completamente vestido. No es nada complicado ni difícil de conseguir. Puede existir toda la vida y, sin embargo, existen pocos casos documentados.

La intimidad total es entregarse íntegramente a la pareja. La intimidad de la pareja se desvanece un poco cada vez que te ocultas detrás de una pantalla, sea del tipo que fuere. Es como construir paredes en lugar de puentes.

Manejo de la autoridad en la adolescencia


La autoridad es muy necesaria en la adolescencia, básicamente porque es sobre ella sobre la escalera que el adolescente subirá en su camino de madurez. Es un derecho y una obligación a la que los padres no pueden renunciar, en aras a una supuesta “liberalidad”. El adolescente necesita la autoridad de sus padres para aferrarse a algo en su proceso madurativo.

Lo que sucede es que la autoridad debe ejercerse de forma proporcionada, en el momento oportuno y con los temas oportunos. Es inevitable que durante todo este proceso surjan situaciones conflictivas que puedan servir para distanciar a los hijos de sus padres, distancia que por otra parte es necesaria para el desarrollo de la personalidad en el joven.
Ciertamente la adolescencia es un proceso de adaptación mutua en el que el hijo crece y las relaciones con sus padres cambian, y a algunos padres les cuesta aceptar este cambio, parece como si temieran la adolescencia de sus hijos y en cierta medida se oponen a ella, por ejemplo, vigilándoles en todo momento.

Queremos insistir en que al adolescente no le va bien ni la sobreprotección ni la rigidez. La rigidez ha de flexibilizarse a través de las negociaciones; si bien los padres han de asumir el control y marcar los límites, por su parte los hijos han de tener “voz” para expresar sus opiniones. Sólo así se podrá llegar a acuerdos satisfactorios y aceptados por ambas partes. Es muy importante que queden claras las reglas a las que los adolescentes tienen que atenerse en cuanto a estudios, horarios, obligaciones, dinero etc, así como cuales serán las conductas a seguir en caso de infracción a esas reglas. De la misma forma los adultos han de ser claros, reales y concretos a la hora de establecer límites y actuar en consecuencia.

Cuando el niño miente



            Si quieres que los demás confíen en ti, tienes que merecer su confianza. La confianza se gana con el trabajo bien hecho y la obligación cumplida.

¿Cuántas veces nos ha tocado, como padres o profesionales, estar frente a la mentira de un niño? A veces de la manera más inocente, y otras veces con verdadera premeditación, lo cierto es que la mentira en el niño es casi una forma normal de comunicarse en el ambiente en que cotidianamente nos desenvolvemos. Presento a continuación, algunas pautas que pueden servir de base para una reflexión del problema y para abordar con mayor serenidad el tema de la mentira en los niños.


TIPOS DE MENTIRA EN EL NIÑO:
Cuando le decimos a un niño "Estás mintiendo", debemos tener mucho cuidado. Mentir es decir falsedades, es engañar a través de la palabra. Un niño que miente no siempre lo hace con intención.
Normalmente, los niños menores de 7 años tienen la tendencia a confundir la realidad con la fantasía. De ahí que sus juegos parecen tan vívidamente reales. En esta edad, cuando un niño se acerca a nosotros y nos dice "Por favor límpiame la cara que me quedó llena de barro luego del combate en el que estuve...", nos está invitando a participar de su fantasía y no está intencionalmente queriendo engañarnos. Este tipo de "mentira" es inocente, sin premeditación y sobre todo sin querer conseguir ningún beneficio con ello.
A partir de los 7 años, aproximadamente, el niño empieza a tener mayor conciencia de su realidad y se da cuenta que a veces falseando la verdad puede conseguir ciertos beneficios personales. Por ejemplo, el niño que asegura haber comprado un dulce con una moneda que se encontró en la calle, cuando en realidad la sustrajo del monedero de la mamá...
Padres, maestros y orientadores nos preocupamos ante este segundo tipo de mentira en el niño, pues es el que mayormente acarrea problemas posteriores.

¿PORQUÉ MIENTE EL NIÑO?
Queda claro, entonces, que en niños pequeños la mentira se da como parte de su juego, como viviendo su fantasía en la realidad.
Cuando el niño mayorcito miente, puede ser por diversas razones:
  1. Como imitación al padre o a la madre que miente: Los niños, dicen, son como esponjas que absorben todo. Si ellos observan y viven la mentira de manera cotidiana, aprenden a hacerlo como algo normal y cotidiano. Es el caso del niño que escucha a su madre negarse al teléfono "dile que no estoy..."
  2. Por miedo: Suele ser la causa más común de la mentira en los niños, quienes por temor a la desaprobación o al castigo por parte de la madre o del padre, se ven llevados a falsear la verdad. Si el niño sabe que, por ejemplo, al llevar una nota mala del colegio, su mamá se va a enojar o le va a prohibir ver televisión, seguramente dirá que no le han entregado sus calificaciones aún...
  3. Ante la exigencia: Cuando le exigimos mucho al niño, esperando de él, a veces más de lo que esperamos de nosotros mismos, el niño tiende a hacernos creer que está al nivel de nuestras expectativas, y miente para no defraudarnos.
Sea cual fuere la causa concreta de la mentira, siempre es señal de que el niño está en apuros. El que miente es porque lo necesita. Con la mentira, el niño nos está diciendo "auxilio".

¿CUÁNDO PREOCUPARSE?
No siempre la mentira es tan grave como para preocuparse. Cuando la mentira es surgida de la fantasía, normalmente con la madurez del niño, ésta desaparece. Cuando se trata de mentira propiamente dicha, tendríamos que preocuparnos si es recurrente o si se presenta como:
a. Mentira patológica: La famosa "mitomanía" que surge del niño que intenta persuadir y convencer a los demás de la realidad de sus relatos. Esta es la mentira que se vuelve habitual, una forma normal de reaccionar en el niño.
b. Mentira neurótica: Surge como producto de un nivel elevado de ansiedad en el niño o del temor en general. Por ejemplo el caso del niño que habitualmente miente acusando a sus profesores de mal trato para ocultar su rechazo escolar.


¿QUÉ HACER ANTE LA MENTIRA?
Lo primero que tenemos que hacer como padres o maestros es determinar qué tipo de mentira es con la que estamos lidiando y, sobre todo, qué la está motivando. Si no sabemos cuál es la causa de ese "auxilio" desesperado en el niño, corremos el riesgo de equivocarnos en la intervención.
La actitud que tengamos va a ser determinante. Será necesario:
  1. Reaccionar con calma aunque con severidad.
  2. Felicitar o premiar al niño que confiesa la verdad. Si lo castigamos a pesar de que ha confesado, estamos reforzando su hábito de mentir (la próxima vez lo hará con más cuidado para que no lo descubran...). Sólo en última instancia habrá que acudir al castigo.
  3. Favorecer un ambiente de confianza, en la que el niño se anime a contar sus travesuras y sus errores. Que no sienta que cada vez que habla, hay consecuencias drásticas.
  4. Estar alerta. Por mucho que amemos a nuestros hijos, tenemos que aceptar que a veces fallan, que no son perfectos e ideales como los hemos imaginado.
Lo ideal es que estas condiciones se den a modo de prevenir la mentira en el niño ("es mejor prevenir que lamentar"). Si estas condiciones se dan en su hogar, seguramente el hábito de la mentira no se dará; o si es que ya existe, irá desapareciendo en el niño. Si no llegara a desaparecer, lo más recomendable es buscar orientación profesional.



Lic. Pilar Ramírez V. - Psicólogo

El ciclo vital de la pareja

INTRODUCCIÓN

Ser pareja no es fácil. Son muchas las dificultades, las tensiones, el estrés. El número de rupturas conyugales así lo confirma. Pero a pesar de todo, casarse continúa siendo la opción preferente (...) Son varios los estudios que indican que las personas casadas tienen niveles de bienestar psicológico más elevados que las que no están casadas (Oskamp, 1987; Gove, Style, Hughes, 1990). En la gente que está casada se certifican menos casos de tratamiento de salud mental, más indicadores positivos de bienestar psicológico, tales como la felicidad y satisfacción con la vida y menos indicadores negativos como depresión y ansiedad. Gottman (1993) recoge un análisis de la relación entre estado civil y salud, donde se constata que la población menos saludable es la de separados y divorciados, seguida por la de viudos y solteros. La población casada es la que presenta índices de salud física y mental más elevados. Gove y Umberson verificaron que las ventajas del matrimonio más importantes señaladas por las personas casadas es el compartir los problemas, los placeres, el cuidado y la preocupación recíprocos.



Evidentemente, no es el matrimonio en sí el que genera el bienestar. Éste depende del nivel de satisfacción que el matrimonio proporciona. La calidad conyugal afecta a la salud en lo positivo y en lo negativo.

Violencia escolar




¿Violencia escolar o fracaso familiar?

Un buen articulo de análisis de la problemática de la violencia en las aulas. Como con otros problemas, lo importante es dar en el clavo descubriendo los verdaderos orígenes.


¿Son los alumnos de hoy en día más violentos que los de generaciones anteriores? ¿Qué diferencia las peleas que siempre se han registrado en los patios de los colegios del acoso escolar? La respuesta de los expertos es contundente: nunca antes se había vivido una situación similar y la mala o nula socialización de los niños antes de llegar a la escuela está en la base del problema. En Torrente grupos de menores atemorizan a escolares y obligan a la policía a controlar la salida del colegio, algo que ocurre en numerosos institutos de toda la Comunidad. El fiscal de Menores alertaba esta semana del incremento de delitos cometidos por niños y su especial grado de violencia. Los estudios elaborados por la Conselleria de Educación, en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, cifran en uno de cada diez los escolares que sufre acoso y amenazas por parte de compañeros de aula y en un 2,4 por ciento los que reconocen que les divierte intimidar a otros alumnos. Datos y hechos que han llevado a preguntarse ¿qué es lo que está pasando en las escuelas e institutos valencianos? Una situación ante la que padres, profesores, Administración, alumnos y la sociedad en general se encuentran desorientados.

Consejos prácticos para parejas que van a casarse




Iniciar la convivencia con otra persona es una de las decisiones más importantes que podemos tomar. Obliga a un cambio total en el ritmo de vida: se cambia de hogar, de compañía y de estatus social, pero uno sigue siendo el que era.
Es triste que las técnicas educativas, que lentamente van mejorando sus objetivos y sus métodos, sigan ignorando la necesidad de «enseñar» a vivir en pareja, siendo, como es, la alternativa que la mayoría de la gente adoptará en algún momento a lo largo de su vida. Una pareja de novios tendrá que afrontar los siguientes cambios con la convivencia:
-        Un aumento progresivo de responsabilidades
-        Una disminución del nivel de novedad
-        Menor disponibilidad de tiempo para el ocio
-        Cambio de expectativas respecto a lo que es realmente la vida en pareja


Estos cambios van a llevarse con éxito si las habilidades de convivencia que posee la pareja son completas: saber hablar de las dificultades, saber afrontarlas en vez de rehuir­las, apoyarse en vez de recriminarse, saber hacer pactos satisfactorios para ambos... Si es así, se mantendrá un intercambio de comportamientos altamente gratificante. De lo con­trario, irán apareciendo las quejas, las discusiones, el malestar, recriminaciones, ira, decep­ción... La pareja se convertirá en la lucha de dos rivales, y el intercambio de comporta­mientos será cada vez más dañino, deteriorándose poco a poco todos los sentimientos no­bles que habían albergado.
Estos consejos van dirigidos a las parejas que van a iniciar la convivencia, parejas que están llenas de buenos propósitos, ilusionados, y que no llevan a la espalda el conoci­miento ni los hábitos que sólo se aprenden con el tiempo. Por lo tanto, tienen en sus ma­nos la responsabilidad de su futuro.

DEMOSTRAR LA ADMIRACIÓN MUTUA
Nos sentimos atraídos por una persona, nos acercamos y fomentamos el trato guiados por la necesidad de conocimiento y curiosidad. Si la compenetración es buena y el intercambio que se establece es satisfactorio para ambos, la expectativa de una vida en común que mantenga esa satisfacción y permita alcanzar otras metas vitales (crear un hogar, tener hijos y fundar una familia), puede llevar a la convivencia. En este proceso inicial de enamoramiento es muy importante la admiración.
Por otra parte, nadie nos obliga a la convivencia, sino que cada uno de nosotros decide libremente. Tal decisión implicará disfrutar de los aspectos buenos y afrontar los malos. Y tenemos un cómplice para ello. Darle la espalda, dudar de él y criticarle todos sus fallos será sólo lanzar piedras contra nuestro tejado. Manifestar al otro que estamos orgullosos de habernos casado con él, de la marcha de la relación, sin duda estimula. Sentir admiración está íntimamente unido a la voluntad de querer admirar y para ello siempre podemos hallar motivos.

SER CÓMPLICES
La relación de pareja es la relación libremente escogida más especial y con más poten­cial enriquecedor. Su secreto específico, lo que la hace inigualable, es el compromiso im­plícito de las dos personas que la forman para ser cómplices, y ello quiere decir formar un frente común ante cualquier circunstancia externa. Contar con el apoyo indiscutible de una persona, saber que va a creer en nosotros antes que en cualquier otro, que nos va a proteger y defender. Es un sentimiento suficientemente elevado y deseable como para jus­tificar esta búsqueda de la “media naranja” que todo adulto ansía.
Es la complicidad la que mantendrá el respeto de vuestros hijos, lo que hará que los de­más os envidien, lo que mantendrá el orgullo y la satisfacción de estar junto a la persona que habéis elegido.

EL BALANCE DEBE SER POSITIVO
Tal vez pueda parecer que hablamos de la relación conyugal como de algo sujeto a un esfuerzo y cuidado constante, cuando lo deseable sería poder estar absolutamente relajado y dejar que la inercia nos llevara. Lógicamente, una relación debe proporcionar tranquilidad, pero para ello no podemos abandonar su cuidado. Las satisfacciones más altas provienen de aquello en lo que nos hemos esforzado y comprometido.

AYUDARSE A SER INDEPENDIENTES Y RESPONSABLES
Mantener el mayor grado de independencia personal, si es posible a todos los niveles (económico, laboral, doméstico, etc.), es algo que recomendamos a la mayoría de parejas jóvenes, ya que en la sociedad actual priva un modelo igualitario de relación conyugal. No depender para divertirse, ni para relacionarse, ni para tener la ropa a punto. Esta libertad para estar con el otro simplemente porque se desea, sin que nada os obligue, es una bue­na forma de empezar.
Sin embargo, vivir con independencia no debe confundirse con el vivir en paralelo. Compartir es la base de la convivencia. Las generaciones actuales han recibido una edu­cación que favorece la autosuficiencia, pero el vivir en pareja requerirá saber hacer pac­tos, saber repartir tareas, saber hacer entender al otro nuestros deseos, saber afrontar problemas, saber habilidades para convivir que nos permitan compartir y enriquecernos ejerciendo unos roles igualitarios...
Los objetivos de la pareja (casa, hijos, ocio, etc.) son objetivos comunes por los que lu­char. Puede haber parejas que se encarguen de un área cada uno, o bien en ambos colaborar por igual en todas. En ambos casos, todo irá bien mientras se mantenga un equilibrio.
Pero ¿qué ocurrirá si surgen dificultades para uno de los dos (una enfermedad, un des­pido laboral, etc.), o a causa de los hijos uno pierde parte de su independencia, pasando a depender total o parcialmente del otro?
Si no se han desarrollado habilidades de comunicación, habilidades para expresar sentimientos, para plantear problemas y necesidades, para negociar… la rotura de la independencia conllevará el desequilibrio.

SER SINCEROS… PERO NO EXCESIVAMENTE
La confianza en el otro se deposita cuando creemos en la sinceridad de sus actos y sus palabras. Desconfiamos cuando creemos que nos engaña o nos oculta cosas. Por ello es importante ser honestos y expresivos con nuestra pareja. La confianza total en el otro, la seguridad que da la complicidad y el apoyo mutuo e indiscutible son la razón de ser de una relación de pareja.
Pero debemos entender bien el concepto de sinceridad. Hay detalles que es mejor no mencionar si no van a aportar nada constructivo a la relación ni al otro y, en cambio, van a producir malestar.
Sabemos de algunas parejas en épocas críticas, que se escudaban en el falso concepto de la sinceridad para decirse lo más desagradable que se les podía ocurrir, cosas tan duras como : «En realidad, nunca me has gustado sexualmente», o «Dejé a mis amigos por ti», que son comentarios que si bien responden a un sentimiento real en esos momentos de cri­sis, su manifestación será «excesivamente sincera», exceso que no se expresa cuando una pareja se cuida y se mima.

HUIR DE LA RUTINA
Como de la peste. Incluso es bueno llegar a añorar una cierta dosis de la misma. Eso os indicará que no os halláis sumidos en ella.
La relación de pareja tiene como uno de sus objetivos principales facilitar el enriqueci­miento mutuo de los cónyuges. Por ello hay que estar activo, inquieto, buscar fuentes nue­vas de conocimiento y satisfacción para mantener un alto grado de intercambio. La rutina empobrece y aburre y, a veces, lleva a busca la distracción “buscándole tres pies al gato”.

MANTENER LAS RELACIONES SOCIALES
No os encerréis en casa con la idea errónea de que no necesitáis más. Invitad a vuestros amigos, haced que se sientan cómodos en vuestra casa, hacedles saber que vuestra amistad no variará por el hecho de estar casados.
La relación social siempre ayuda a mantener la riqueza, la variedad, la imparcialidad. Serán ejemplos a emular o a evitar y os habituará a estar juntos con otras personas, facilitando que os sintáis cómodos y unidos en todo tipo de situaciones.

CUIDAR LOS DETALLES
Una relación no vive de los grandes acontecimientos sino de las pequeñas situaciones diarias. Notas, ayudas no esperadas, llamadas, comidas agradables… detalles.
Está comprobado que los detalles son un magnífico índice de relación satisfactoria. Mantener la capacidad de sorprender es una cualidad admirable que nos hace ser más deseables, y ser detallista no responde a una personalidad o forma de ser, sino a tener o no una habilidad más para la convivencia.

FACILITAR SITUACIONES PARA REÍR JUNTOS
Nuestra capacidad de experimentar placer es profunda y a todo el mundo le gusta divertirse. Divertirse es una necesidad. Reírse juntos une. Toda pareja satisfecha disfruta rememorando situaciones en que se divirtieron juntos. Estar atentos a este aspecto en la relación incluye el intentar recordar un chiste de vez en cuando, comprar entradas para una obra cómica o hacer el payaso en pijama.

PEDIR DEMOSTRACIONES DE AFECTO

Hay personas más afectuosas que otras, pero difícilmente encontraremos a alguien que no necesite las demostraciones de afecto de los demás para sentirse bien. Y no sirve que el otro nos diga simplemente: «No soy cariñoso/a».
Estamos hablando de una necesidad que debe ser satisfecha puesto que afecta a la par­te más íntima de cada persona: la capacidad de despertar el cariño de los demás, que si no se confirma va a afectar a nuestra propia autoestima. Por tanto, no hay que renunciar a esa necesidad.
Hay una tendencia general hacia la opinión de que se es o no se es cariñoso, sin pensar que ello es una cuestión de aprendizaje previo y de hábitos adquiridos y, por tanto, depende más del deseo que tengamos de cambiar hábitos. Además, es importante satisfacer las necesidades de nuestro cónyuge y reforzar su tendencia a expresar sus necesidades. Si se desea un comportamiento más cariñoso de su pareja y cree simplemente que, si le quiere, debería darse cuanta, está cometiendo un pequeño error. Debe hacérselo saber, pedírselo, darle ideas… si no, no tendrá derecho a sentirse defraudado/a.

DECIR “TE QUIERO” ADEMÁS DE DEMOSTRARLO
¿Qué extraño orgullo o sentimiento nos impide expresar más a menudo ese «Te quiero»? Unos dicen que es innecesario porque ya lo demuestran o ya lo dijeron una vez, como si por el hecho de repetirlo le quitaran valor, sinceridad o se desgastara.
La rigidez y la excesiva exigencia acompañan frecuentemente los argumentos que es­grimen las personas con dificultades para expresar sus sentimientos y emociones, mucho más frecuentemente que la timidez.
Un «Te quiero» tiene el poder de hacernos sentir confiados, alegres, unidos, y es agra­dable oírlo en tono íntimo, alegre, entusiasta..., en cualquier tono. No es menos bonito por oírlo más a menudo, ni tiene por qué decirse tan sólo en las situaciones serias y trascen­dentes.

PEDIR PERDÓN E INTENTAR COMPENSAR
«Rectificar es de sabios», y pedir perdón es rectificar en el terreno de las relaciones humanas. Entre otras razones, es expresar nuestra capacidad de humildad. A veces, pedir perdón no es tanto por el contenido de lo que hemos dicho como por la forma en que lo hemos dicho.
Cuando alguien nos pide perdón sentimos que somos importantes para esa persona, sentimos que merecemos su preocupación. Es duro vivir con una persona que, si bien ad­mite fríamente sus errores, no se disculpa por el malestar que esos fallos puedan habernos ocasionado, lo que nos deja con el amargo sabor de la indiferencia.
Una disculpa requiere una compensación, requiere esfuerzo y dedicación para intentar reparar el posible daño causado; y compensar significa hacer algo positivo por el otro ade­más de pedir perdón.

¿QUE NO HAY TIEMPO?
Poseer tiempo es algo muy importante. Debe existir un mínimo tiempo para conversar, hacer el amor, leer, formular planes...
Pero también es cierto que hoy en día aquellos que deseen formar un hogar e iniciar una vida en común se encuentran con unos tiempos muy ajetreados, muy lejanos de aquella vida de antaño sosegada y tranquila, si bien, por otra parte, tenemos en casa muchos avances tecnológicos cuya pretensión es hacernos la vida más cómoda y ganar tiempo. El proble­ma es el exceso de ambición respecto a lo que hay que poseer. Sobrecargar innecesaria­mente las necesidades incrementa el presupuesto básico, obligando a mantener un ritmo de trabajo que impide el sosiego y las posibilidades de relajarse, olvidando aquello tan evidente: «¿Trabajar para vivir, o vivir para trabajar?».
Vivir en pareja requiere afrontar muchas situaciones cambiantes a través del tiempo. Y ser realista es estar dispuesto a adaptarse a todas, y no sólo rezar para que no ocurran al­gunas. Y adaptarse quiere decir tener recursos y estrategias para aplicar en cada momen­to. Sin embargo, lo cierto es que los matices son muchos, y la intensidad y rapidez varían, aunque en el fondo todo gira alrededor de las habilidades de comunicación y de solución de problemas, que debemos manejar con inventiva, perseverancia y deseos de vivir de la forma más agradable posible.


 María Helena Feliú y María Antonia Güel (FSH)